TAWILA/AL DABBA, Sudán – La toma de El Fasher, la capital del estado de Darfur Septentrional, en Sudán, por las Fuerzas de Apoyo Rápido, tras más de 530 días de asedio y bombardeos, ha desatado una nueva ola de violencia brutal, que ha desencadena un éxodo masivo y ha atrapado a las familias en una situación desesperada. Siguen aumentando las denuncias de violencia sexual generalizada y de horrorosas ejecuciones.
Alrededor de 71.000 personas huyeron de la ciudad en una sola semana, uniéndose a los cientos de miles ya desplazadas en toda la región. Para las mujeres y las niñas, el viaje a lugares como Tawila y Al Dabba no es un paso hacia la seguridad, sino una prueba peligrosa marcada por la extorsión, la violación y la muerte.
Las cicatrices de la huida
Las y los sobrevivientes que llegaron a Tawila relataron experiencias de violencia y pérdidas desgarradoras al UNFPA, el organismo de salud sexual y reproductiva de las Naciones Unidas.
“Mataron a mi esposo delante de mí”, declaró Asmaa*, de 26 años. “Solo podía permitirse pagar el rescate por mí y nuestros hijos. Entonces lo mataron”.
Las mujeres y las niñas también se enfrentan a la amenaza inmediata y generalizada de violencia sexual.
Salam*, de 19 años, compartió un relato angustiante de su agresión durante la fuga: “me preguntaron si era virgen. Cuando dije que sí, me llevaron a su oficina y me violaron antes de permitirme seguir”.
Más tarde, Salam recibió la gestión clínica de los servicios de violación de los asociados del UNFPA en Tawila.
La supervivencia como lucha permanente
Para los que llegan a Al Dabba y Tawila, el alivio momentáneo se desvanece rápidamente, dando paso a la dura realidad de una lucha continua por la supervivencia. Tawila, que fue una vez pequeño puesto rural, a 50 km al oeste de El Fasher, ya albergaba a más de 652.000 personas desplazadas por ataques anteriores.
El influjo actual ha llevado a la limitada infraestructura más allá del punto crítico. Las tiendas improvisadas, si las hay, ofrecen una protección mínima durante la temporada de lluvias.
Muchas familias duermen al aire libre, lo que aumenta los riesgos de violencia, explotación y abuso de las mujeres y las niñas. La insuficiencia de letrinas comunales y la falta de privacidad también obligan a las mujeres y las niñas a buscar zonas aisladas por la noche, lo que agrava los riesgos de protección.
En Al Dabba, el hambre y las enfermedades, incluido un brote de cólera en todo el país, añaden una capa letal a esta crisis. Las condiciones de hacinamiento en los campamentos crean una tormenta perfecta para que se propaguen las enfermedades prevenibles, lo que amenaza la vida de los más vulnerables, especialmente las mujeres embarazadas y los niños.
Las y los sobrevivientes a menudo afirman sentirse desesperados.
Manasik*, de 18 años, que llegó a Al Dabba después de un agotador viaje de 12 días, perdió a su padre y a su hermana de tres años en un ataque con mortero en El Fasher. “Durante nueve días, no comimos ni bebimos nada. Aquí, incluso los baños cuestan… A veces me pregunto si deberíamos habernos quedado bajo los morteros y los disparos. Tal vez nunca debí haberme ido”.
Evitemos más sufrimiento: un llamado urgente
La crisis también ha despojado a las madres y a sus recién nacidos de cuidados esenciales.
Farha*, de 26 años, embarazada de nueve meses, caminó durante siete días por el desierto para llegar a Al Dabba después de que su marido, su padre y sus hermanos fueran asesinados en El Fasher. Ahora vive con sus hijos junto a un muro de mercado. Ha recibido asistencia en efectivo y vales del UNFPA para garantizar que pueda acceder a la atención de salud materna y neonatal que necesitará cuando llegue el momento de dar a luz.
Los equipos del UNFPA están trabajando para seguir prestando servicios esenciales, como la administración de un centro básico de atención obstétrica y neonatal de emergencia las 24 horas del día en Tawila, y la administración de cinco espacios seguros para mujeres y niñas en Tawila y Al Dabba, para proporcionar apoyo holístico a las sobrevivientes de la violencia de género.
Se han desplegado parteras, trabajadores sociales, administradores de casos y personal de apoyo psicosocial para prestar servicios de salud materna, protección y salud mental. Se han suministrado medicamentos de salud reproductiva, incluidos los destinados a la atención obstétrica de emergencia y el tratamiento clínico de las violaciones, al Hospital Maternidad de Al Dabba, al tiempo que sean proporcionado más suministros y artículos de higiene en Darfur meridional.
Sin embargo, la magnitud de la crisis exige mucho más. Es esencial ofrecer una respuesta inmediata y unificada, incluido el acceso humanitario rápido y sin trabas para que pueda entregarse ayuda vital. La comunidad internacional también debe aumentar urgentemente el apoyo económico para evitar la pérdida masiva y prevenible de vidas humanas.
*Se han cambiado los nombres por motivos de privacidad y protección