Imagina despertarte todas las mañanas en una tienda de campaña abarrotada de gente. Sin privacidad. Con pocas o ninguna pertenencia. Con la misma comida todos los días, si es que hay algo de comida. Una incertidumbre que se prolonga durante semanas, meses, años.
Así es la vida de las niñas en los campamentos de refugiados.
Obligadas a abandonar sus hogares por la guerra, la sequía, los terremotos y otras crisis con unas cifras sin precedentes, las niñas ven cada vez más amenazados sus derechos y su futuro. Estas crisis no solo exponen a las niñas a daños tales como la violencia sexual y el matrimonio infantil, sino que también dificultan el acceso a los servicios de salud y las oportunidades de educación.
No obstante, las niñas están propiciando el cambio: en todo el mundo, están aprovechando el poder de sus propias experiencias para demandar el fin de las prácticas dañinas como el matrimonio infantil, mientras luchan por un futuro de paz y dignidad para todas las personas.
Para conmemorar el Día Internacional de la Niña, nos adentramos en las vidas de las niñas y las jóvenes en los campamentos de refugiados de todo el mundo y destacamos las iniciativas apoyadas por el UNFPA, la agencia de las Naciones Unidas para la salud sexual y reproductiva, con el fin de ayudarlas a crear un futuro más esperanzador.
Ocho años después de verse obligados a huir de sus hogares en Myanmar, más de un millón de refugiados rohinyás viven en los campamentos abarrotados del distrito de Cox’s Bazar en Bangladesh. Más de la mitad son mujeres y niñas que viven en condiciones precarias.
Sin embargo, las niñas rohinyás se están convirtiendo en poderosas defensoras del cambio, aprendiendo a desafiar prácticas nocivas como el matrimonio infantil.
A través de iniciativas apoyadas por el UNFPA y sus asociados, como Girls Shine y Champions of Change, las y los jóvenes se reúnen en centros juveniles que proporcionan un espacio seguro para acceder a apoyo psicosocial e información sobre cuestiones como la violencia de género.
Toda adolescente tiene derecho a decidir sobre su cuerpo y su futuro. Hacer realidad esta visión requiere invertir en espacios seguros, apoyo psicosocial y programas que empoderen a las niñas.
Gisèle tenía 15 cuando, hace cinco años, fue desarraigada de su hogar en la ciudad de Djugu, en la provincia de Ituri, en medio del conflicto que se libraba en la República Democrática del Congo. En ese momento era una joven madre y encontró refugio con sus padres y sus dos hermanos en el campamento de desplazados de Kigonze, cerca de Bunia.
Los intensos combates en la parte oriental del país han obligado a decenas de miles de personas a huir de sus hogares y se ha informado de altas tasas de violencia de género en los campamentos debido a los niveles mínimos de seguridad.
Gisèle, que ahora tiene 20 años, afirma estar agradecida por haber aprendido sobre la anticoncepción a través de un programa de divulgación comunitaria, apoyado por el UNFPA y sus asociados. Las jóvenes y las niñas de todo el país son vulnerables a los riesgos del embarazo precoz y el abuso sexual en medio de la falta de información sobre estas cuestiones.
En medio de la devastación de la guerra en Gaza, casi toda la población se ha visto desplazada una y otra vez, atrapada en una horrible realidad de hacinamiento en los campamentos, hambre creciente y falta de artículos de primera necesidad para sobrevivir. Las vidas de las niñas están en el limbo debido a que las escuelas están cerradas o destruidas.
La iniciativa Girls’ Tent, apoyada por el UNFPA, surgió en respuesta a la necesidad urgente. Lo que comenzó como un pequeño esfuerzo dirigido por jóvenes ahora se ha expandido a cuatro tiendas de campaña en toda Gaza. Estos espacios seguros ofrecen un refugio donde las niñas pueden encontrar apoyo, protección y una sensación de normalidad en medio de la crisis.
«Hoy he aprendido lo que significa ser líder», afirma Tala, de 12 años, después de asistir a una clase sobre aptitudes para la vida. «También he aprendido sobre ayudar a otras personas y muchas otras cosas valiosas». Sama, de 12 años, señala: «No importa si el líder es hombre o mujer. Todo el mundo tiene una función».
El sufrimiento en el Líbano es abrumador. Muchas familias ya estaban al borde del abismo y con dificultades económicas incluso antes de que estallara el conflicto en 2024. Decenas de miles de personas han sido desplazadas y viven hacinadas en refugios temporales como la Escuela Pública Houssein Massoud, en Monte Líbano.
En respuesta a estos desafíos, el UNFPA y sus asociados están prestando servicios, como la entrega de miles de kits de higiene personal con artículos adaptados a las necesidades como suministros menstruales, ropa interior, jabón y linternas que permiten a las niñas y mujeres llegar al baño de manera más segura en la oscuridad. «Tengo dos hijas adolescentes», comenta una madre. «Me siento muy aliviada de que ahora tengan acceso a toallas menstruales y ropa interior nueva».
Como niña afgana en un campamento de refugiados en Pakistán, donde muchos afganos han buscado refugio a lo largo de los años de conflicto, Hira* era vista como una carga para su familia. «A la edad en que debería haber estado pensando en la escuela, los amigos y el futuro, me vi obligada a casarme», se lamenta. «Mi familia me casó cuando tenía apenas 16 años».
El matrimonio se convirtió en una pesadilla. «Me trataron como a una sirvienta», recuerda Hira. «Mi esposo gastaba dinero sin control, tenía otras relaciones y a menudo me golpeaba».
Cuando Hira dio a luz a una niña, se preocupó por el futuro de su hija y reunió el valor para irse; regresó con su familia, que no le apoyaba. Su vida dio un giro cuando se enteró del Espacio Acogedor para Mujeres y Niñas, apoyado por el UNFPA, en Peshawar. Allí, compartió su historia con un psicólogo y comenzó a sanar del trauma y a recuperar la confianza en sí misma.
El UNFPA también derivó a Hira para que recibiera capacitación sobre medios de subsistencia y allí se hizo costurera, lo que le permite mantener a su hija. «Mi sueño es darle a mi hija una vida mejor», asegura. «Una vida llena de dignidad, respeto y educación».
Deka, de diecinueve años, llegó al Espacio Seguro para Mujeres y Niñas Taakulo, en Bosaso, Somalia, como sobreviviente.
«Sufrí abuso físico grave en el pasado», afirma. «La parte más dolorosa fue que me violaron la dignidad y el honor». En el centro, ubicado cerca de un campamento de desplazados y apoyado por el UNFPA y sus asociados, Deka fue derivada a un hospital para recibir atención, así como capacitación en costura.
Para las niñas desarraigadas en Somalia, país que lleva mucho tiempo luchando contra el desplazamiento provocado por crisis tales como conflictos, sequías e inundaciones, el espacio seguro es un centro vital para la dignidad y la esperanza.
Reem tenía 12 años cuando, hace seis años, su mundo cambió de repente. Ella y su familia huyeron de la escalada de violencia en su aldea rural en el noreste de Siria, buscando refugio en el enorme campamento de Areesheh. Llegaron a una nueva y dura realidad: un paisaje desértico y un futuro incierto.
Años de conflicto y crisis han destrozado la vida de millones de personas en Siria. Para Reem, la vida cotidiana de repente implicó caminar largas distancias para recoger agua potable y regresar a una tienda de campaña familiar sin privacidad, con solo una habitación para cocinar, bañarse y dormir.
Reem encontró inspiración en un centro apoyado por el UNFPA dentro del campamento, que brinda capacitación profesional, apoyo psicosocial y servicios de salud reproductiva a niñas y mujeres. «Tomé cursos de inglés y computación para fortalecer mis habilidades», cuenta. «Seguimos aprendiendo, sin importar lo difíciles que se volvieran las condiciones».
Ahora,con 18 años y tomando clases de secundaria en el campamento, Reem afirma: «Mis amigas y yo queremos ser un ejemplo a seguir para mostrar a otras niñas y a sus padres que la educación es una luz que ninguna circunstancia puede apagar».
*Se ha cambiado el nombre por motivos de privacidad.